Recomendaciones de cine experimental | Columna de Mario Candia

2022-08-26 21:04:35 By : Ms. Ella Zhang

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El Perro Andaluz (Un chien andalou. Buñuel/Dalí. 1929). Estamos demasiado acostumbrados al arte racional y figurativo, un cortometraje como éste no puede dejar indiferente a nadie. Unos lo odian por irreverente y otros lo consideran extraordinario. No hay que intentar explicarse nada en este trabajo artístico. Lo fundamental para el espectador no es buscar símbolos y atribuirles un significado, sino imaginar que uno está soñando. Los sueños no tienen lógica, ni espacio, ni tiempo. Obra maestra incombustible de la cinematografía mundial.

 La Fórmula Secreta (Gámez. 1965) ‘La fórmula secreta’ alias ‘Coca-cola en la sangre’ contiene un texto original de Rulfo leído por el poeta Jaime Sabines. Este mediometraje de Rubén Gámez es considerado el “El Perro Andaluz mexicano”. Un auténtico laberinto de metáforas visuales. El texto de Rulfo es tan vigente, aquí un pequeño fragmento:

“Ustedes dirán que es pura necedad la mía, que es un desatino lamentarse de la suerte, y cuantimás de esta tierra pasmada donde nos olvidó el destino. La verdad es que cuesta trabajo aclimatarse al hambre. Y aunque digan que el hambre repartida entre muchos toca a menos, lo único cierto es que todos aquí estamos a medio morir y no tenemos ni siquiera donde caernos muertos. Según parece ya nos viene de a derecho la de malas. Nada de que hay que echarle nudo ciego a este asunto. Nada de eso. Desde que el mundo es mundo hemos andado con el ombligo pegado al espinazo y agarrándonos del viento con las uñas. Se nos regatea hasta la sombra, y a pesar de todo así seguimos: medio aturdidos por el maldecido sol que nos cunde a diario a despedazos, siempre con la misma jeringa, como si quisiera revivir más el rescoldo. Aunque bien sabemos que ni ardiendo en las brasas se nos prenderá la suerte.

Erased head (Lynch. 1977) Ópera prima del realizador David Lynch, que dirige, escribe, produce, edita, crea los decorados y los efectos especiales y además compone la banda sonora. Trabaja minuciosamente a lo largo de 5 años. Se rueda, entre 1971 y 1977 de modo intermitente, con un presupuesto estimado de 20 mil dólares. Lynch retrata nuestros miedos más hondos con recursos narrativos exclusivamente cinematográficos. Se sumerge entre los pliegues de la mente y lo hace sin consideraciones, sin ataduras ni paracaídas. Si alguna vez tropieza, se levanta. Su propuesta es genuina, emocional. Una Obra Maestra.

Adiós al lenguaje (Adieu au langage. Godard. 2014). El cineasta francés Jean Luc Godard realiza esta película en formato 3D y  más que una historia, es una mezcla de sonidos e imágenes desorganizadas de manera deliberada, un caos que más que ser rico a los sentidos es incómodo y difícil de asimilar, un constante y persistente altibajo de intensidad tanto en los sonidos como en las imágenes, con pequeños descansos que se consuman con diálogos erráticos entre citas filosóficas e históricas, que sirven de fondo a la abierta desnudez que en la pantalla se plasma. Godard muestra una especie de ensayo filosófico, sobre el lenguaje y la manera en que el ser humano interpreta y transmite lo que entiende del mundo que lo rodea.

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La nodriza y la reina (Tergiversación de un cuento de José María Eça de Queiroz) | Columna de Juan Jesús Priego

Dos partidos ganados de forma consecutiva, y mejor aún, dos partidos en campo local.

San Luis no ganaba dos juegos seguidos desde la jornada 6 y 7 del Clausura 2021: cuando derrotó 0-3 a Mazatlán en tierras sinaloenses y 1-0 a Santos en el Alfonso Lastras y en la jornada 15 y 16 del Clausura 2022 cuando derrota 2-0 a Pumas en el Lastras y 0-1 a Cruz Azul en la cancha del Azteca. Esas dos, han sido las mejores rachas del equipo desde que regresó a primera división.

En el primer doblete, la magia se acabó cuando recibieron a Tigres y sacaron un empate a 2, hasta ahí se sumó de forma consecutiva; el siguiente encuentro se perdió en campo rival 3-2 favor el Atlas. En el segundo doblete curiosamente se acabó la racha, perdiendo contra Santos en Torreón, en la última jornada del campeonato, 3-1 terminaron arriba los de la comarca.

Dos partidos ganados es el número a vencer, dos partidos es lo más que ha hecho esta franquicia en primera, y justo este fin, podrían lograr una nueva marca.

El partido ante Pumas fue una muestra de coraje y determinación, de no bajar los brazos y hacer un partido intenso, la victoria frente a Toluca fue de mucho orden, de acompañamiento y de jugar inteligentemente ante un rival que simplemente no supo decifrar a los de casa. Y no olvidemos, aplausos, en ambos juegos, el equipo no se echó para atrás, en ambos juegos propuso su sistema de principio a fin.

Santos es un rival complicado, quinto de la tabla con tan solo 3 partidos perdidos (Puebla, Toluca y Tigres) llega al igual que San Luis, con una racha, pero de 3 juegos ganados y, no solo eso, sino que viene de golear de visitante al herido equipo de la UNAM. Cuidado, es un rival peligroso el de la Laguna.

El partido pinta para ser interesante, San Luis con la gran oportunidad de marcar un nuevo precedente en primera y soñar con los primero lugares, pero el golpe de realidad puede ser muy caro: ni San Luis, ni ningún equipo, pueden darse el lujo de dejar escapar puntos, sobre todo ahora que la liga comienza a abrirse después de tantos empates.

De ganar el domingo, el santo remedio habrá llegado para San Luis, ese que vuelva a enganchar a jugadores, directivos y afición. De perder, seguiremos a la espera de llegar a la nueva marca en otra ocasión, pero sobre todo, vendrán otra vez las críticas y los malos pensamientos. Ojalá y en la comarca se tenga una buena tarde, ojalá y la marca del equipo pueda crecer, ojalá que el Santo remedio, nos regale otros tres puntos.

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Amadeus (Forman. 1984) Una cinta impecable, Amadeus cuenta con la extraordinaria dirección del maestro Milos Forman, con una impresionante puesta en escena, un fastuoso diseño de producción de Patrizia Von Brandenstein, una provocativa fotografía de Miroslav Ondricek, y las deslumbrantes actuaciones del talentoso actor F. Murray Abraham, quien lograría acumular varios premios por su perfecta encarnación del envidioso, trastornado e irascible Antonio Salieri; al igual que el joven Tom Hulce, luciéndose como el excéntrico, cínico, genial, y atormentado músico austriaco Wolfgang Amadeus Mozart, cuyas magistrales composiciones se sienten a lo largo y ancho de este magnífico film, una autentica obra maestra.

Loro (Sorrentino. 2018) Esta película del extraordinario director italiano Paolo Sorrentino es una gran crítica a Silvio Berlusconi, es una puñalada a la obra política, empresarial e incluso vital del líder político, que lo acaba colocando delante del espejo y lo convierte en una persona decadente, patética y abandonada. Sin embargo, el filme, cargado de mensajes metafóricos, de una carga especialmente italiana y religiosa, nos recuerda que Berlusconi fue una persona muy apreciada por una población poco crítica, absorbida por una clase política pobre, oscura y abandonada a la corrupción. El director retrata a un Silvio, como un macho alfa en un a Italia poderosa pero decadente. Berlusconi es una sonrisa incómoda, pervertida y cargada de malicia.

Ed Wood (Burton.1994) El film está hecho por amor a todos esos malos films y sobre todo, por amor a sus creadores, aquellos que, fueran cuales fueran sus sueños, lucharon por hacerlas. Con una dignidad insobornable y a prueba de desalientos, recortes presupuestarios y plazos irrisorios, Ed Wood consiguió dejar a la posteridad algunas de las películas más entrañablemente horribles de la historia del cine. Y Tim Burton no sólo logra plasmar el alucinante estilo cinematográfico de Ed Wood, en compañía de decadentes glorias como un anciano y conmovedor Bela Lugosi, sino que además nos habla sobre cómo es esto de hacer una película por puro y duro amor al arte. Sobre hipotecar tu vida, tu casa y la de tus amigos porque necesitas lanzar al mundo algo que perviva para siempre. Sin duda la mejor película de Tim Burton, sobre todo porque rebosa un amor hacia el personaje y al cine.

Raging Bull (Scorsese. 1980) Toro Salvaje (Raging Bull) relata la historia del deterioro físico que va sufriendo un campeón de boxeo, el controvertido Jake la Motta, un boxeador agresivo tanto dentro como fuera del cuadrilátero. Robert de Niro hace una de sus mejores interpretaciones, amoldando su cuerpo a las exigencias del guion, primeramente dando vida a un boxeador fuerte, fibroso y musculado, y más tarde a un obeso la Motta a cargo de un club de barrio con 30 kilos de más. Scorsese firma una obra maestra con unos planos en el cuadrilátero, sensacionales y lleno de realismo. Destacan también la gran actuación de Joe Pesci como el hermano de Jake la Motta.

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No era necesario que dijeras nada cuando, hace dos días, tomaste mi tarjeta de débito y la deslizaste por una de esas ranuras electrónicas de las que, dicho sea de paso, siempre he desconfiado; no era necesario que dijeras nada, pues se te notaba en la cara que estabas aburrida, cansada, muerta en vida.

Imagino que cuando solicitaste trabajo en aquel supermercado tu rostro era distinto. ¿Un rostro que reflejaba esperanza? Tal vez. Porque, como sabes, hay rostros y rostros. Hay unos que despiden luz, y otros que son la noche: el tuyo, aquella vez, era el crepúsculo.

Pienso en lo que sucede todos los días, a las ocho de la mañana, cuando llegas a ese lugar que tanto debe entristecerte: saludas sin gana a tus compañeros de suplicio, les das los buenos días, les estrechas la mano sin demasiada convicción y te preparas para recibir a esos enemigos crueles (nosotros) que desde la calle dejan ya ver sus cabezas a través de los cristales de la puerta aún cerrada.

El manager, antes de que te instales en la caja, te hará gritar junto a todos los demás: «¡Hoy es un gran día! ¡Estoy contenta! ¡Hoy soy muy feliz!». ¿Pero de veras estás contenta y eres feliz? No se te notaba aquella vez. ¿Y por qué les hacen decir todas esas tonterías? No lo niegues: yo los he escuchado gritar así en corrillo, ocultos en un rincón del almacén, al comenzar la jornada.

Antes –así me lo imagino-, al salir del trabajo, todavía te dabas tiempo para dar un paseo en bicicleta, y eso te mantenía alegre y en forma; hoy, llegando a tu casa, lo único que quieres es dormir, dormir, dormir, como Elías al pie de aquel árbol de retama.

¿Qué es lo que te cansa de tu trabajo? Me lo dijo tu cara: su monotonía. Durante ocho horas -la tercera parte de tus días, la tercera parte de tu vida-, cientos de hombres y mujeres te presentan –cada uno según su turno en la fila- una especie de ficha o boleta que tú revisas con más o menos cuidado e introduces después en una caja registradora; luego, sin ver la cara del que está frente a ti, dices una cifra en alta voz, extiendes la mano, cobras, devuelves un recibo, y vuelta a empezar. «¿Encontró todo lo que buscaba?», me preguntaste. Se notaba que estabas harta de preguntar siempre lo mismo. En el fondo, que yo encontrara o no lo que había ido a buscar, te tenía sencillamente sin cuidado.

¿Hay alguna diferencia entre tus lunes y tus miércoles, entre tus martes y tus viernes? Para que lo sepas, los primeros críticos de la industrialización ya habían previsto todo esto, aunque pensando más en bandas transportadoras que en cajas registradoras; ellos previeron que un inmenso tedio se apoderaría pronto de los trabajadores que tuvieran la mala suerte de pasarse la vida haciendo siempre la misma cosa: ora poniéndole un botón a una camisa, ora etiquetando envases de gaseosas, pero sin la posibilidad de hacer nada más. Y, como ves, tenían razón: tú eres la prueba.

Cuando alguien dice, por ejemplo: «Todo es lo mismo», ¿no está quejándose de que sus días son iguales y que lo que hace no tiene, en el fondo, ninguna importancia? Quizá la tristeza más grande consista en esto: en descubrir que nuestro trabajo podría perfectamente hacerlo otro.

Ya en el siglo XIX, Fedor Dostoievski (1821-1881), el famoso novelista ruso, había hecho esta fina observación en uno de sus libros (La casa de los muertos): «Un día se me ocurrió la idea de que si quisiera aniquilar a un hombre, destrozarlo moralmente y castigarlo de manera tan implacable que el peor bandido temblara por sólo pensar en el castigo, bastaría dar a su trabajo un carácter de absoluta inutilidad, haciendo que resultara absurdo… El que construye ladrillos, abre zanjas, amasa yeso, enjabelga edificios puede encontrar en esto un sentido, una finalidad. Pero si a este mismo obrero se le obligara a trasladar agua de un sitio a otro, y de éste otra vez al primero, o a triturar arena, o a llevar montones de tierra de un sitio a otro para volver a transportarlos después al lugar en el que estaban en un principio, estoy persuadido de que al cabo de unos días se ahorcaría o cometería infinidad de atrocidades con el fin de merecer la muerte y escapar a tal bajeza, a semejante vergüenza y tormento».

¡Cómo enferman los trabajos absurdos! Son, a mi entender, la primera causa de los disturbios nerviosos. Contrariamente a lo que podría creerse, la mayoría de los suicidios no se cometen en Navidad, cuando todos están juntos, sino a principios de enero, cuando ya todos se han marchado y nos han dejado solos; tampoco tienen lugar en domingo, cuando uno hace en casa lo que le gusta, sino los lunes, es decir, cuando Sísifo retoma la piedra y se dirige -¡otra vez, como siempre!- a la colina del suplicio.

Cuídate de la caja, amiga mía; cuídate de ese trabajo, pero no dejándolo -¿dónde encontrarías otro?-, sino imprimiéndole tu sello personal. Defiéndete de su rutina volcando en él tus anhelos más profundos y, sobre todo, tu creatividad encantadora.

¿Qué es lo que quiero decirte? Hace poco, en una oficina, tuve la suerte ser atendido por una señorita a la que todavía recuerdo por su dulzura y amabilidad. ¡Tenía en los labios una sonrisa tal, que ya sólo verla daba gusto! Es cierto que lo que hacía podía haber sido hecho por otra, pero nadie, en ese vasto edificio, lo hacía como ella, eso te lo puedo asegurar. La prueba está en que todavía me acuerdo de su corrección con ternura y gratitud.

La cortesía y la calidez en el trato, querida cajera, no son sólo dones para los demás: son también regalos para nosotros mismos, pues nos libran de las garras de ese monstruo que ya empezó a arañarte el rostro y que se llama amargura.

Las máquinas, cuando ya no las operes, se acordarán poco de ti; cuida que te recuerden por lo menos las personas, y entonces habrás ganado la partida.

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